En el contexto más general, señalaremos con Alfonso de Toro (1997) que la posmodernidad es un fenómeno histórico-cultural posterior a la modernidad, correspondiendo al último tercio del siglo XX, época del fin de la metafísica -que Vattimo asimila al de la muerte del arte en la que está enjuego no la superación del espíritu absoluto hegeliano
Como forma de producción entonces, la modernidad percibió lo estético como pura autonomía, puesto que ella se identificó con el cambio, éste con la crítica y la crítica con el progreso (Paz 1987). Mas, quienes defienden esta postura establecerían una retórica de conservación estética o, lo que es lo mismo, una versión conservadora de una gran historia de emancipación; nos referimos a la emancipación del arte del mal gusto. Por eso Calinescu rechaza una interpretación que demonice el mercado, como habría hecho aquélla (y de la que Jameson no escaparía), y que, del mismo modo, exalte acríticamente el espíritu innovador de la modernidad. Un espíritu tal habría acentuado la creencia en la originalidad -concretándose y radicalizándose en las formas de arte vanguardista- en la medida en que estuvo ligado a la noción de progreso y, por tanto, a la de cambio, y el cambio siempre es indicativo de superación crítica.Pero ocurre que esta búsqueda de lo nuevo decantó en la saturación de su principio, dando lugar a aquello que Octavio Paz denominó la tradición de la ruptura, una constante destrucción y reconstrucción, cuestionamiento y superación del discurso moderno.
lunes, 2 de noviembre de 2009
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